Me interné en un bosque y me abracé a un árbol con el fin de entrar en él y viajar en su madera.
Primero, nadé por su savia hacia la raíz, sumergiéndome en la tierra húmeda para descansar un rato en la oscuridad fresca.
Después, subí hasta las hojas y las flores para evaporarme. Porque en mis sueños, mi cuerpo es de agua y de humo. Y me deslizo alegremente por la médula de los árboles, que es de luz.
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